sábado, 8 de octubre de 2011

niegate a ti mismo

NIÉGATE A TI MISMO

Hemos sido llamados por el señor desde siempre, el llamado es irrevocable (Cf, Jr. 1,5)estamos en el seminario recorriendo un camino de discernimiento respondiendo a una invitación que hemos aceptado en libertad, pero, ¿cada uno de nosotros es plenamente consciente del gran desafío al que se asta enfrentando?¿ si estamos asumiendo este proceso con la responsabilidad que la iglesia y Dios nos exigen? él nos dice “si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo tome su cruz y sígame” (Mt, 16,24) decimos que lo hemos dejado todo por el señor, pero hasta donde es cierto, o será que le preguntamos al señor como Pedro ¿ que nos va a tocar?(Mt, 19,27) tal vez lo de la renuncia sea algo simplemente teórico que no pasa de ser una palabra bonita con la que nosotros nos alabamos vanamente, mientras que nos abrimos camino en un estilo de vida que nos ofrece privilegios que antes ni los imaginábamos, porque no se puede negar que en el seminario empezamos a vivir una vida social y cultural que no conocíamos y que nos hace sentir muy cómodos, no olvidemos la palabra del señor, niégate a ti mismo.
Vale la pena que reflexionemos, ¿si estoy obrando con rectitud de intención? ¿Valoro todo lo que me ofrece el seminario y lo aplico para mi formación y mi crecimiento? ¿Soy vigilante para corregir mis defectos y debilidades? o ¿solo me dejo llevar por los impulsos bajo el lema “somos débiles”? que no nos suceda como a las vírgenes necias que por no estar preparadas no pudieron ingresar al banquete, (Cf Mt 25,10) y tú ¿cual quieres que sea tu banquete?
Podemos correr el riesgo de que el seminario se nos convierta en un lugar de escape donde nos camuflamos como algunos animales en la maleza, ocultando nuestros verdaderos intereses, moldeándonos a un ambiente y un estilo de vida que nos satisface, pero no nos compromete, he ahí el peligro de la mediocridad y el facilismo, dos grandes enemigos que arruinan nuestra vocación llevándonos a ser motivo de escándalo, y peor aun sacerdotes no por vocación de servicio, sino por el deseo de que nos sirvan.





OMAR ANDRES OSPINA HERNANDEZ.

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